martes, 5 de mayo de 2009

NOTAS TAURINAS POR FRANCISCO LAZO

Amigos, aquel toro era un problema pues movía la cabeza como una devanadera lo que quiere decir en el argot taurino, llevarla suelta, descompuesta en la embestida tirando peligrosamente derrotes a todos lados buscando al que lo burla, al torero. Esos toros son conflictivos porque nunca tienen una actitud definida al atacar lo que pudiéramos llamarle también "maliciosa" y muchas veces trágica. Diríamos que en este caso el toro es el que burla al hombre haciéndole creer que tomará el engaño y al acometer cambia el viaje y tira la cornada. Esa condición indefinida ya ha cobrado vidas en la historia del toreo a pesar de los intentos por evitar tan riesgosa acometida difícil de corregir con la suerte de varas y mucho más aun en el desempeño con la muleta para iniciar la faena, sobre todo hoy día en que se han multiplicado recursos de crianza. Pudiéramos pensar que esos toros son en cierta forma listos pues se dan cuenta de que están siendo engañados y tratan quitarse de enfrente al que los hostiga. Resultan complicados en grado sumo ya que nunca o casi nunca se puede contrarrestar totalmente su conducta a menos que sea corriendo descaradamente, pues al reducir distancias el torero se encuentra tantas veces con la cornada y en algunos casos con la muerte. Un ejemplo de valor y torerismo lo tuvimos con el joven diestro capitalino José Mauricio cuando apenas ganó la borla de matador de toros al enfrentar un astado con las características mencionadas, dando una lección en la misma Plaza México de cómo se pueden aprovechar estos enemigos. Le aplicó una serie de doblones, trincherazos, firmazos, todo en un palmo de terreno flexionando apenas la rodilla de salida, tan severos que el toro fue cediendo en su descompuesta embestida al reducirle fuerza y movilidad hasta que perdió poder y José Mauricio ganó una lidia vistosa, gallarda, ente el dificultoso astado que poco a poco fue acusando el castigo. El público vio con sorpresa el principio de aquel desempeño del torero y terminó aclamándole ruidosamente como sorprendido por lo que no veía de costumbre, aquel recurso maestro para obtener provecho de un toro que no parecía tenerlo. Lo mató de pinchazo y estocada y la asistencia le aplaudió con fuerza y gritos de torero. Ahí comenzó a crecer notoriamente la popularidad de José Mauricio la que no fue aprovechada de inmediato y es hasta ahora después de tres años de su doctorado que se le programa e impulsa con mayor decisión de parte de empresarios y el respaldo de los taurinos y espectadores. El apoyo va en aumento y eso pudiera ser decididamente la proyección que le coloque entre los más destacados aspirantes a figuras del toreo. Y su caso se ha convertido en un ejemplo para la fiesta que necesita de toreros de valor y arte como están surgiendo en nuestros ruedos. Entonces es de esperarse que se les programe con mayor determinación y así pronto remontaríamos la cuesta.

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