jueves, 7 de mayo de 2009

NOTAS TAURINAS POR FRANCISCO LAZO. RECUERDOS DE CAPETILLO.

Amigos, en una larga ruta de 83 años de edad Manuel Capetillo Villaseñor entusiasmó a las multitudes comenzando a jinetear yeguas como charro que era, luego toreando toros bravos y sufriendo diez cornadas en 21 años de actividad profesional en el toreo, así también cantando y actuando en radio, cine y televisión. Sumó una estela de comentarios y emociones en los ruedos del mundo para finalmente causar la pena de su muerte cuando había cumplido sus 83 años el pasado 15 de abril. Se casó tres veces y procreó tres hijos, Manuel y Guillermo, toreros y actores, y Eduardo, intérprete de música popular y quien se ha desempeñado en la actuación. Se le va a extrañar aun cuando ya se había alejado de los ruedos en 1968 por su calidad de torero, por su figura altiva y su carácter siempre alegre y optimista. Sólo fruncía el ceño cuando se le recordaba al toro Camisero, de La Laguna, el que le infirió una grave cornada partiéndole el pecho en la Plaza México el 22 de marzo de 1959. Si acaso solía responder cuando le hablaban de aquel terrible lance, no me recuerdes esa historia. Fue horrible el percance pero fue más fuerte el deseo de vivir de Manuel y superó aquel trance conflictivo del que salió adelante para volver a los ruedos. Se le calificó como el mejor muletero del mundo, pues corría la mano que era un contento, cerca del astado, celebrándolo al salir de la reunión con expresiones de júbilo. Tenía el genio vivo y en una ocasión que hizo airados reproches fue aquella vez en que estando en su rancho se le acercó un grupo de supuestos sindicalistas que reclamaban participaciones económicas para sus miembros amenazando con boicotear el festejo si no conseguían el apoyo de Manuel. Iban armados y al escuchar sus pretensiones se regresó a sus oficinas de donde salió llevando al cinto una pistola y preguntándoles "¿qué es lo que querían?, hubo una respuesta unánime "nada, matador; sólo saludarlo". Su amor por vivir la vida con intensidad no impedía que saliera a exponerla haciéndole fiestas a los toros y decía al respecto: "Si no les vas a exponer para qué te vistes de luces, a qué vienes". Disfrutaba mucho de la lidia y a veces la acompañaba con frases estimulando al astado para embestir y no tenía una preferida y solía decir que todas las faenas tienen momentos plausibles, algunas más que otras que son las que definen el triunfo o el fracaso. Manuel actuó en la Plaza México en 55 tardes y cortó 32 orejas y 4 rabos y consideraba su faena cumbre la que le hizo al toro Tabachín del hierro de Valparaíso, ganadería afamada que fuera propiedad del ahora desaparecido don Valentín Rivero Azcárraga. El toro fue muy bravo y Manuel bordó el toreo bajo el clamor de un público que llenó los tendidos y le hubieran premiado largamente de no haber pinchado en dos ocasiones, una sola oreja le concedió el juez luego de la calidad de aquella lidia que desarrolló el toro y que aprovechó debidamente Manuel y pasaron a la historia. Y no hay que dejar de señalar que Manuel fue partícipe en uno de los momentos más extraordinarios de nuestra fiesta, al ser considerado por sus características e impacto que causó en las grandes concurrencias como uno de los llamados Tres Mosqueteros juntamente con Chucho Córdoba, Rafael Rodríguez y con Paco Ortiz como el D´Artagnan, quienes obtuvieron tardes gloriosas en la capital del país. Siguiendo con Manuel Capetillo luego de su retiro en febrero de 1968 en la Plaza México, regresó un año después a los ruedos y a partir de 1974 siguió toreando en el interior del país y alternando con sus hijos Manuel y Guillermo en las plazas de Puebla, Zacatecas, San Luis Potosí, Mérida, Villahermosa, Durango y otras. Se habló que se despediría nuevamente en la misma Plaza México lo que no sucedió. Hoy se le recuerda con afecto y emoción por su bonhomía y su calidad de figura del toreo.

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