sábado, 16 de mayo de 2009

NOTAS TAURINAS POR FRANCISCO LAZO

AMIGOS, uno de los grandes problemas que tiene la fiesta de toros en México y que le impide mejorar y salir de las serias complicaciones por las que atraviesa, es una marcada desunión entre los promotores del tradicional e incomparable espectáculo. En esta absurda e irrazonable situación ya se está luchando aunque desordenadamente para tratar de recuperar tiempos mejores cuando el toreo mexicano había llegado a tener un prestigio que le colocaba en un lugar envidiable por el reconocimiento que había alcanzado. ¿Qué fue lo que pasó para caer en tan lastimosa condición?, pudiera decirse que un descuido que se fue acentuando por la egolatría producida con los éxitos alcanzados años atrás, por la aceptación indudable que tuvo de los grandes públicos, lo que le convertía en una industria formidable en el terreno del entretenimiento y los negocios. Entonces, nuestra fiesta de toros ha tenido momentos muy importantes en un arte rico en todos sentidos, hasta alcanzar cifras significativas tanto en la programación como en la aparición de grandes toreros hasta llegar a sumar uno de ellos en un año 127 festejos, Eloy Cavazos, y seguido de cerca con 117 Manolo Martínez y 101 "Curro" Rivera y una larga lista de quienes casi alcanzaron las 100 corridas. Había, pues, buen número de figuras del toreo y un elevado grupo de diestros que les seguían a corta distancia y se hacían combinaciones realmente muy atractivas que beneficiaban a los espectadores y taquillas. Pero se dio un paso en falso que comenzó a erosionar la próspera situación y con algo peor todavía, se acentuó la división entre los promotores y en consecuencia el impulso indiscriminado a los toreros, esto es: empezaron a limitarse el número de corridas para un espada destacado firmándole contrato de exclusividad, lo que en otras palabras quiere decir que sólo podría torear para una sola empresa. Y eso que pudiera pensarse era ventajoso, pues toreando menos ganaba igual o más, fue contraproducente tanto para el torero como para la fiesta, ya que en cierta forma ha ido decayendo el interés de los públicos al no renovarse los repartos artísticos y con ello frenándose la transformación, el refresco de los elencos. La solución podría ser una contratación libre de toreros que al fin y al cabo no se perjudican las empresas, sino que saldrían favorecidas, pues todas tienen sus ferias o temporadas en diferentes fechas y plazas del país con lo cual siempre habrá toreros disponibles para actuar en uno u otro escenario. Y por qué no hacerlo también con los que van surgiendo, con los que tanto necesitan del fogueo, pues mientras haya más toreros interesantes mejor será el negocio de todos los que participan en el montaje y realización de los festejos. Y amigos, el asunto abarca muchos otros aspectos que comentaremos en su oportunidad, pero anticipando que contra viento y marea la fiesta ha de seguir adelante mientras haya un hombre dispuesto a enfrentar un toro iracundo, hacerle la faena, matarlo certeramente y diría también que admirado por un público apasionado.

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